De mono a cuentacuentos
22 jul (#Istmopress) .- “Ya no hablas, jejeje, yano le hablas a los”… vuelve a reír. La voz se acerca, el cuerpo moreno y forzudo de inmediato cambia de asiento para hacernos compañía, se acomoda, me da la mano, saluda a una pareja de pasajeros, logréver de reojo a la mujer amamantando. El trayecto fue corto, pero mis recuerdos remontaron a vuelo de pájaros de cuando recién iniciamosun diplomado por tres años,que luego le siguió una especialización que podría durar otros años máspara Eduardo CruzSánchez, al igual que todos los participantes.
Fue duranteeseperiodo deldiplomado de “La lengua escrita y la alfabetización en educación básica” que nos conocimos, nos reconocimos como paisanos, en los gustos por los libros, por las historias que contiene, pero sobre todo, por aprender de los niños.
Nos conocimos ahí y siempre admirábamos las habilidades del otro y reconocíamos nuestras propias carencias. Eduardo,conocía alos asesores,con ellos, inició el acercamiento a los niños aprovechando la otrora oportunidadque el CONAFE le brindaba alosjóvenesrecién egresados de la preparatoria paratrabajar en las comunidades apartas y luego, si estos deseaban podían continuar en la carrera docente o cualquier otra.
Eduardo o Lalo, como loconocimos, continúo. Es licenciado en educación, es ahora uno delos cuentacuentos reconocidos en la región del istmo, desde hace algunos años, ha organizado giras acompañando a cuenteros de mucho renombre, durante este acompañar, Eduardo, lo ha vuelto fortaleza, siempre desde su ingreso al servicio del CONAFE, pasar por varias comunidades marginadas de nuestro estado de Oaxaca, lo ha hecho una persona sensible alosproblemas de cada comunidad.
Este acompañar, se vuelve exigenciaconsigo mismo, caminar solo, ganarse tablas,le ha costado mucho esfuerzo, por ello busca alianzas, y en ese buscar alianzas muchassituaciones nosiempre le cuaja, ha encontrado satisfacción pero también sin sabores, que leprovocan desanimo, aun así confiesa, “Nome mata, me levanta”.
Antes de bajarme y ver partir el autobús. Eduardo, se apresura darme una tarjeta personal, leo rápido “Eduardo Cruz Sánchez ‘Cuentacuentos’ todo con mayúscula, abajo dice contáctanos:en [email protected]. Una cuenta de correo más; [email protected] y su FB elmonocuentero. Y encuentro también sus teléfonos 9717202679ó cel 9711620135.
Arriba el único adorno de la tarjeta es la cara de un mono sonriente, ya no le pregunté por qué lo del mono, algún apodo, o es una manera de reconocer sus virtudes, y esencia humana. Me recuerda las muchas mascaras del maestro Toledo, el pintor.
Eduardo,me asegura, que con solo escribirle o llamarlo estará al servicio de quienes quieran disfrutar delaspalabras, la sonoridad de estas y con las emociones que despiertan ennosotros.
Hacer lo que le apasiona, lo que aprendió por esos años, la de contar historias cortas, historias distintas cada vez que se presenta ante el público, compartir cuentos ymás cuentosque sufren versiones, acomodos a la circunstancia, a la buena improvisación y ala integración delosniñosal contar. A veces son parte de la trama, son los personajes o los narradores de la historia por contar. Como lohacen losbuenos y viejos cuenteros de quienes ha aprendido pausado, silencioso al mismotiempo audaz.
Si bien siempre ha estado acompañado de los maestroen la cuenteada, Eduardo, se ha ganado por su tesón, constancia y satisfacción personal como bien dice:“he hecho hasta tequio, porque eso es loque me gusta”, esereconocimiento del riesgo de ganar,él lo ha sorteado. A costa de que todo saliera mal o ganara.
En efecto, Lalo, contaba durante las ferias de los libros que la UPN, unidad Ajusco organizaba como medio para aprobar el diplomado. Ahí Eduardo, encontró un espacio ideal, para proyectar su gusto porlos librosinfantiles, que lo hizo revalorar sus historias de niño, las historiasdelos abuelos istmeños, y surecorrido por lascomunidades marginadas y remotas.
Mientraspagaba el pasaje, y me despedía de Lalo, me fui quedando solo con mis pensamientos ymis recuerdos, cuánta alegría da, encontrar momentos como este, venido de él, saber que después demuchos años, la inquietud estámás viva ahora. Ese deseo de compartir y hacerse acompañardelos niños, con el deseoque lo escuchen contar historias nuevas. Este vértigo que veo en él me hace viva la imagen del profesor Mambrú de Triunfo Arcienegas.
Ese maestro que seinventa historias, cuando los maestros no lo ven, ni andan cerca, y que Ambrosio, su loro habita en su cabeza, como un adorno viviente, ese maestro que comparte a sus alumnos su alegría, para salvarse de la rutina escolar, ese maestro se cuenta conlosdedos en las escuelas.
Al quedarme solo, insisto en mi cavilación ¿Por qué los maestros como Eduardo, tienen que sufrir el atosigamiento de sus directores? Pienso más osoloes una falsa ilusión, y que ningún director tiene la intención de sancionar almaestro en servicio, y que uno mismo se va acomodando alainercia, a los miles de trámites administrativos y protocolos superfluos quenollevan aninguna parte.
¿Por qué alosmaestros como Eduardo, llenos de entusiasmo, que dan más, que aman la sonrisa de los niños,precisamentea ellos les cuesta el doble lasoportunidades?
Paradójico y reconfortante a la vez,saber que pese alas adversidades, este cuentero,es tan obstinado como el primer día que subió al escenario a contar sus primeros cuentos, y luego cerrar el programa con inusitados aplausos llenos de alegría delos espectadores.
Bajé de prisa, me propuse, sacudir recuerdos y ordenar mis pasos. Sin dejar a un lado el reconocimiento de profesores que como Eduardo, recorren escuelas, visitan y se quedan a vivir en los pueblos olvidados, muchas veces sin siquiera recibir sueldo alguno, donde anteponen una relación amistosa antes que el propio dinero.
Víctor Fuentes