Esquipulario a orillas de la mar xadaneña / Jorge Magariño

 

#SantaMaríaXadani 16 Ene (#Istmopress) – Una bella señora le da una flor blanca a su marido y le hace señas de algo ya previamente acordado, seguro. El hombre le pide a un niño que voltee, llamándole -¡Tetet! – El pequeño reacciona para que luego el crisantemo recorra su rostro, sus hombros y trace una cruz sobre su frente.

-Déjala ahí –dice en voz baja la dama, señalando una pila de  flores y ramas de albahaca y cordoncillo que se acumulan a los pies del Señor de Esquipulas, el Cristo negro martirizado  sobre la cruz, resguardado en su nicho de cristal. Docenas de velas  y veladoras con temblorosas  flamas iluminan pálidamente la capilla ubicada sobre la playa de la  Laguna Superior, a  tres kilómetros de  Santa María Xadani.

Una larga fila de hombres y mujeres de variada  edad espera el momento de llegar a los pies del Cristo. La columna alcanza unos doscientos metros; antes se ha mercado el cirio a  encender, se arman de paciencia, se  inundan de fe.

Una vez que están ante  el nicho, se  persignan, y toda su devoción se concentra en la mano derecha que traza  una cruz, en la garganta que musita el padrenuestro, en la mirada que busca la mirada del milagroso crucificado. “Gracias, Padre celestial”, musitan algunas; “protégeme, Señor”, piden otros. Niñas  y niños solo aciertan a levantar la cara para recibir la floral bendición, mientras la madre o la madrina ruegan porque el Santo varón derrame salud sobre  los pequeños. Terminan su rogativa y salen a los mundanales sonidos de  la tarde.

Afuera, una  romería muestra su entusiasmo, sus modos de vivir una conmemoración que se pierde en la memoria de  los habitantes de este pueblo postrado a los pies de un pequeño cerro.

En el techado atrio de  la capilla se venden velas y veladoras; se ofrecen las “medidas”, delgadas cintas azules y púrpuras, de unos treinta centímetros de largo, con una leyenda impresa, alusiva a esta fecha

De dónde viene esta fecha, por qué  ahora, me pregunta Doña Reyna. Y la memoria busca entre sus reconditeces  para responder que a finales del siglo diecisiete, el Cristo -tallado por Quirio Cataño en 1594- fue trasladado de la pequeña ermita en que se encontraba, hacia la iglesia parroquial en donde estuvo por unos ochenta años. Desde entonces se celebra la Novena de esta advocación, del siete al quince de enero.

-Y luego, qué  pasó –pregunta la dama.

-Se construyó otro templo, al que se llamó el Santuario de Esquipulas. En enero de 1961, este lugar fue elevado a  la dignidad de Basílica por el Papa Juan XXIII.

-Ah, y por qué es negro.

-Pues mira, un investigador guatemalteco, de nombre Carlos Navarrete, dice que mucho antes de la conquista española, Esquipulas era el destino de una peregrinación donde se rendía culto a un dios guerrero de color negro, al cual nombraban Ek Chuah; aunque otras voces aseguran que después de una restauración que le hicieran, expertos determinaron que el color oscuro de la madera se debe a tantísimo humo al que ha estado expuesto el Santo, a lo largo de  siglos.

-Y tú, a quién le crees.

-Sólo Dios, na na Flaviana –le contesto, utilizando una expresión de “yo no sé”, que me contagió  la abuela Nita Tolo, cincuenta años atrás.

Mientras tanto, la gente  compra granadas y granaditas, duros y sabrosos panes elaborados en el Valle oaxaqueño, curados de ciruela y nanchi, empanadas, rebanadas de pizza, elotes con harta salsa Valentina, tortitas de dulce coco rallado, horchata, refresco embotellado y cervezas, un chingo de cervezas.

Así la cosa. A lo largo de unos ciento cincuenta metros de playa, enramadas protegidas con carrizo recién cortado, dan cabida a negocios en donde se venden cervezas, a precios que dependen de la marca; si Sol o XX verde, a 250 pesos el cartón; si Coronita, al módico precio de 300 pesos ¡y sin botana! Entre los cinco o seis puestos establecidos, habrán  vendido alrededor de mil cartones de espumosa  y fría bebida. Así como lo lee.

Por eso, el vecino Edi (pescador, albañil, campesino y lo que salga) decidió limpiar un pedazo de playa, respetando los jóvenes mangles, eso sí, y levantó una sombrita, donde ahora departen unas veinte  personas y consumen entradillas de vario tipo, incluyendo sabrosas costillas fritas de un puerco sacrificado ayer, preparadas por la anfitriona Juana, que además sabe guisar un soberbio caldo de res.

A treinta metros de este feliz espacio, suenan los acordes del dueto Los carnales y melodías de un grupo cuyo animador ametralla incansable con presuntas palabras de ánimo, rematadas con un sonoro “¡suéltalaaa!”.

La gente bebe incansablemente, la chiquillería se pasea por todos lados; jóvenes parejas caminan, se ponen de acuerdo en sus planes, en algún próximo rapto a realizar para  las fiestas del Primer Viernes de Cuaresma, ya a la vuelta de la esquina.

El viento sopla moderadamente, apenas a sesenta kilómetros por hora, mientras la color del mar cambia poco a poco, del pardo usual al  gris oscuro, hasta que la noche llega y los mechones  encendidos en la refinería de Salina cruz brillan a lo lejos.

Ayer, la tirada de frutas incendió el júbilo xadaneño por la mañana, un desfile de colores  y gritos que partió del pueblo, para llegar aquí junto a la ermita. Por   la  noche, una calenda con faroles, música y chingorolo repartido por muxes, hizo el mismo recorrido, para llegar al velorio, en donde se dio un óbolo a los mayordomos para recibir a cambio café un tanto pasado de azúcar y un par de tamales de res, guetaguu belazá, que le  llaman en el cantarino idioma nube.

Toritos pirotécnicos y un castillo llenaron de coloridas luces la oscuridad marina.

Ahora, cuando dan las veintidós horas, cansado de tanto ajetreo y tanta horchata, el escribidor le hace discretas señas a Doña Reyna, para  emprender la graciosa huida. Abordan uno de los centenares de mototaxis que dieron el servicio de transporte durante los dos días.

Mañana será el cambio de mayordomía, en el pueblo.  El año próximo revivirá la  devoción por Nuestro Señor de Esquipulas, se reavivará la llama de la vida.

Jorge Magariño / Agencia de Noticias IstmoPress
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