LLEVO CINCO MESES ESPERANDO QUE EL ISSSTE ME DÉ MI TRATAMIENTO DE RADIOTERAPIA

 

Cecilia Santillán llegó a oncología en el Hospital López Mateos el 3 de septiembre de 2024 con un diagnóstico de cáncer etapa 4a. El 4 de septiembre de 2024 fue referida con urgencia al Centro Médico Nacional 20 de noviembre, debido a que en López Mateos no hay radioterapia. Al día de hoy tras 5 meses de retraso, no ha recibido su tratamiento médico, si pasa más tiempo, ya no es candidata a recibir radioterapia y corre riesgo vital. La respuesta de la Institución de salud sigue siendo que debe esperar, está en una lista de espera de 400 pacientes. Urge que Cecilia reciba el tratamiento dentro de las siguientes dos semanas.

Publicamos este texto, escrito por ella, como un llamado de atención a las autoridades y les urgimos a responder de inmediato para garantizar su derecho a la salud y a la vida.

Desearía poder dormir así de rico: sin cáncer. Desearía poder dormir; saber que mañana me puedo comprar un Ferrari, viajar a Japón, cambiar de auto, pagarme todos los talleres de creación que me gusten, pagarme un abogado, cambiarme la sangre, la piel o el rostro, por pura vanidad. No, en realidad sólo quisiera pagarme la radioterapia de un sólo tarjetazo, sin caer una deuda abismal.

Desearía poder dormir así de rico: sin la preocupación constante de que en cualquier momento me puedo ir de este mundo y yo no quiero. Por primera vez en mucho tiempo, tengo muchas ganas de estar viva. Quiero ser “poeta de brocha gorda”; quiero trabajar en algo que me guste y no me haga llorar de impotencia un día sí y otro no; quiero ver a mis estudiantes graduarse (significa mucho); deseo terminar el doctorado (si algo me ha gustado siempre, ha sido estudiar y compartir lo que sé), en la escuela pública encontré el asombro, la libertad… y una fuerte pulsión de vida en medio de una historia familiar de terror. Antes no quería vivir, pero ahora quiero. Una suele pensar que la muerte todavía le queda lejos, pero nadie sabe eso.

He pensado incluso que hubiera sido mil veces mejor tener un hijo que tener cáncer [no olvidar que la QT es tan agresiva que se puede experimentar la menopausia anticipadamente, lo cual me está pasando]. Ya nadie quiere tener hijos porque estorban, no alcanza el dinero, una pierde “libertad”, etc. Pero recién me estoy dando cuenta de que es bonito compartir la vida con alguien a quien tienes que enseñar a volar. No es a huevo ser madre, pero tampoco no serlo. No hay un manual para lo que sí y lo que no. O quizá soy sólo el cliché de la persona que quiere algo cuando no puede tenerlo. ¿Cómo saber?

Estoy descubriendo muchas partes de mí que nunca había dejado ser, y quiero que sean. Me entero que es bello ver más allá de una misma, apoyar a otres cuando se está un poquito más fuerte y viceversa. Pero también que es tranquilizador salir de un portazo cuando las cosas no son recíprocas, cuando engañan o manipulan; decidir no permanecer en batallas absurdas, economizar los esfuerzos.

Quisiera poder dormir así: tranquila. Pero llevo cinco meses esperando que el ISSSTE me dé mi tratamiento de radioterapia, me dicen que hay una lista de espera de “cuatrocientos” pacientes, yo estoy en el número 169 de gente que viene de todas partes del país a la Ciudad de México, pues es el único lugar (junto con Morelos) donde se brinda este servicio. Tener seguro es un candado para ir a otros hospitales públicos, se sabe; no tengo dinero para pagar un servicio privado, se sabe. Me dice la administración del hospital que los tumores tardan muchos años en crecer (lo cual no es del todo cierto), que qué me cuesta esperar un poco más, si hay gente que lleva más de seis meses en la dichosa lista. ¡Vaya consuelo! Me dicen que mientras me consiga una psicóloga o una tanatóloga, porque el cáncer también es algo muy duro emocionalmente.

Mientras tanto, mi oncóloga que es toda buen corazón, me ofreció darme un ciclo de Quimio Terapia para tratar de contener un poco la enfermedad, que no se ponga peor, puesto que si paso de la etapa 4, ya no hay una número 5 y tampoco muchas opciones. Significaría que el cáncer se esparció por otras partes de mi cuerpo, lejos de donde inició; en ese caso, no sólo es más complicado tratarlo, sino que nada garantiza la efectividad del tratamiento.

De modo que, en contradicción a lo que “me explicaron” los Asistentes de dirección del Hospital 20 de Noviembre, si pasa más tiempo, me están condenando a un milagro, porque además, con el cáncer nunca se sabe. Yo no quiero narrarme como una víctima, las enfermedades son cosas que pasan, no castigos divinos. Pero quiero vivir, para hacer poemas, para incursionar en el teatro, para seguir aprendiendo cosas.

Todos los seres humanos tenemos derecho a la vida, a la salud, al trabajo digno, a la educación… Todos tendríamos que tener buenos servicios médicos y gratuitos. Todos deberíamos tener un salario digno, y no tener que lidiar con la burocracia y los malos tratos de algunos médicos o personal de salud. Todos deberíamos tener tantita madre.

Hay dos cosas en las que el Estado no debería escatimar: salud y educación. En cambio, tenemos rigurosos “planes de austeridad”, que curiosamente no se aplican a las campañas políticas. Insisto, todos deberíamos tener tantita madre. ¡Pero ay, nuestro Estado! Cada vez más neoliberal. Yo quisiera poder dormir en completa calma; como duermen todos esos que desvían dinero público para comprarse un yate y luego hacen planas en sus diarios para convencerse de que merecen abundancia.

Yo quería que mi enfermedad fuera algo más discreto, pero tengo tanto enojo e impotencia que necesito quejarme. Dice Audre Lorde en Los diarios del Cáncer: “El silencio no te protegerá”, y yo digo que es verdad. Además, tampoco tengo mucho más que perder. De por sí, la gente se aleja de los enfermos porque no tiene tiempo, no tiene ganas o simplemente no tiene la fuerza para estar. “Los amigos merman, los amantes huyen llevándose con ellos el más mínimo atisbo de posibilidad de volver a quererlos…” dice Anne Boyer, en Desmorir. Y sí.

Yo no tengo mi tratamiento; ni yo, ni “cuatrocientos” pacientes oncológicos más. Esos “cuatrocientos” deberíamos estar reunidos sobre avenida Félix Cuevas en plan de células malignas generando un tumor en el cuerpo de la Ciudad de México, a ver si nuestros gobernantes se empiezan a dar cuenta de que el cáncer te jode. Pero resulta que esos “cuatrocientos” estamos enfermos, estamos ocupados tratando de sentirnos mejor, no todos podemos salir a la calle, no todos vivimos en la Ciudad de México y no todos nos conocemos.

Por mi parte, ya puse quejas, por todos lados, ya contacté asociaciones, ya sólo me falta convocar a todas las células malignas a bloquear la vida laboral fuera del Hospital 20 de Noviembre, repartir volantes con el Artículo 4 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos a todos los transeúntes, saturar las redes sociales del Director del ISSSTE, o qué sé yo. Pero tampoco tengo semejante súper poder de convocatoria y hay días en que estoy MUY cansada.

Desearía no estar TAN cansada, desearía no sentir TANTA impotencia. Desearía ser estridente. Desearía alargar el tiempo. Desearía ser peligrosa. Desearía ser poderosa. Pero no tengo los medios, ni los de producción, ni los de comunicación, ni mucho menos los económicos. Los otros pacientes y yo no somos más que “cuatrocientos” espartanos contra el enorme ejército de erguidos. Somos la rebaba de un capitalismo cada vez más voraz.

Cecilia Santillán

Cecilia se atiende en el Centro Médico Nacional “20 de Noviembre” y su número de expediente es: SABI860201-02. Urge que reciba tratamiento, dejamos su datos para quien pueda apoyar lo haga inmediatamente.

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