Na Fina a sus 97 años, sigue curando en Ixtaltepec

#Ixtaltepec 8 marzo (#istmopress).- Sus dóciles  manos que han dejado el paso del tiempo no son sinónimo de debilidad para Josefina Guzmán García, quién a sus 97 años, lleva más de ocho décadas conviviendo con plantas y flores que lo ha hecho su oficio de vida,  es una mujer de convicción de la medicina tradicional.

El olor suave del aceite impregnado con flores de romero, ruda, albahaca y rosas envuelven el espacio que destina para sus curas, un lugar místico que guarda en fondo y las formas de practicar la medicina tradicional.

Ella desconoce si  el 8 de Marzo, es la fecha para  conmemorar  el  Día Internacional de la Mujer, sin embargo reconoce que toda  mujer debe luchar por sus aspiraciones , ser muy  trabajadora y buena madre.

A los 15 años, “Na Fina”  como la conocen en su pueblo zapoteca de Asunción Ixtaltepec  en el Istmo de Tehuantepec y por herencia de su madre Teresa García decidió arropar este oficio, el que asegura es el mas noble que Dios le pudo dar a pesar de no profesar la religión católica.

De niña recuerda que a su casa llegaban infinidad de personas, mujeres  y niños principalmente pero a ella le incomodaba. “Le decía a mi madre que no quería ver tanta gente en mi casa, que para que hacia curas, sin embargo al paso del tiempo, fui la única de mis hermanos que heredó el oficio y actualmente sigo haciéndolo”.

Recordó que su primera paciente fue su propia vecina, quién la observaba que cada vez su cuerpo se tornaba más delgado, a lo que Na Fina le expuso que le diera la oportunidad de curarla.

“A mi vecina comencé a tallarle el estomago y a la par de beber té de hierbas comenzó a recuperarse, mucha gente me visita, a diario recibo entre cinco y diez niños y adultos, anteriormente eran más, sin embargo por mi edad no he dejado de curar  a las personas”, expresó.

Na Fina cura a las personas, adultas y menores de edad de Empacho (mal por consumir alimentos descompuestos), inflamación de intestinos y mujeres que no pueden concebir vida.

A ella acuden las mujeres que llevan más de diez o cinco años sin poder embarazarse, a quién les brinda un conjuro de hierbas que van desde rosa de castilla, flor de sauco, eneldo, flor de tila, manzanilla, entre otras sin olvidar el aceite de oliva.

Su hogar aguarda la vida tradicional de la sociedad zapoteca de antes, sus paredes son de tabique de ladrillo, al igual que el piso, sus asientos de madera pesada, sin olvidar su cocina de leña.

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El ritual

Josefina  abre los ojos a un nuevo día alrededor de las 5:00 de la mañana, suspira oler el resplandor del amanecer desde el corredor de su casa recostada en su hamaca.

Cuando apenas y aparecen los primeros rayos de sol, abandona aquella calidez para pasar a cocinar sus alimentos. Remueve  unas cuantas leñas que prende fuego para cocer su frijol y poner su café caliente, por ningún motivo bebe algo frio, su trabajo se lo impide.

Su cabeza está cubierta por una chalina de tono purpura , el cual se ha desgastado por el paso del tiempo, es herencia de su madre, el único vinculo  que aún conserva de ella.

Madre de seis hijos (cinco hombres y una mujer) y viuda desde hace 25 años de su esposo Moisés Jerónimo Cruz, a Na Fina le gusta su trabajo.

A las 9:00 de la mañana sus manos, su mente y su cuerpo están listos para comenzar la rutina, el patio se ha barrido, su corredor igual y al interior de su casa están ansiosos de esperar al paciente.

“Curar es un trabajo digno, la mujer debe ser activa, y no verse como debilidad, en mi caso llevo más de 80 años curando a las personas, he atendido a  muchas generaciones, a sus abuelos, padres y actualmente sus hijos, lo único que se requiere es creer en que todo se puede y se logrará”, detalló.

Los años no se reflejan en Josefina, su delgadez figura la sostienen al caminar, porque no utiliza bastón y de sus manos aguarda mucha fuerza, la cual destina en cada masaje que da a los músculos del cuerpo enfermo.

El paciente niño o adulto que llega a visitar a Na Fina, se recuesta en el catre, en la cual comienza a sobar, lo primero que toca es el estomago, pasando por el vientre y concluye con el cuello y brazos.

El ritual dura entre 30 y 45 minutos, Fina respira hondo y comienza a darle movilidad al cuerpo, sus dóciles manos se transforman al de una guerrera, la fuerza que destina a sus manos son su fortaleza para lograr una transformación en su paciente.

“Lo que se requiere es fuerza de voluntad, mis años no han pasado en balde, los médicos no siempre saben lo que uno tiene y eso no significa que no sean buenos, sino mientras ellos curan las molestias, nosotras reconfortamos el alma”, dijo.

A Fina no la dejan sola, sus hijos y nietos además de bisnietos se congregan en su casa, temen que le suceda algo a su viejita, la cual es la mujer hecha fortaleza.

Desde hace ochenta años no consume bebidas frías y tampoco bebidas embriagantes y carbonatadas , se cuida de los productos lácteos, todo en su hogar es orgánico, desde el café hasta los alimentos.

Josefina Guzmán García espera vivir mucho tiempo más, como buena terrenal no desea abandonar la tierra, sin embargo deja que todo fluya  y se lo deja en manos de Dios.

DIANA MANZO/CORRESPONSAL

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