Celebran juchitecos el encuentro con la vida y la muerte en panteón Domingo de Ramos
#Juchitán 25 Mar (#istmopress) – Para los zapotecas de Juchitán , el domingo de Ramos significa el comienzo de un año nuevo y también de la semana mayor pero lo hacen de una forma peculiar, comparten con sus difuntos la comida, bebida, flores, velas y música.
En este año la celebración añadió un toque más, las familias de los fallecidos del terremoto del 7 de septiembre también convivieron con los suyos, les llevaron flores, velas y les cantaron.
“Es difícil para mi visitar a mi madre que falleció hace seis meses, murió cuando su casa desplomó con el terremoto, me duele su ausencia, sin embargo aquí estamos conviviendo como lo marca la tradición de nuestros ancestros”, expuso Mónica Ruiz, quién visitó a su madre este domingo de ramos.
El ritual comienza desde el inicio de la cuaresma, con la limpieza, pinta y compostura de las sepulturas, pero se va reafirmando conforme la fecha se acerca, lo cual para las primeras horas del domingo de Ramos.
Unas diez mil personas entre niños, jóvenes, adultos y mujeres se reúnen con sus familiares difuntos año con año en el Panteón Domingo de Ramos, una tradición muy peculiar de los zapotecas del Istmo de Tehuantepec.
Este camposanto alberga aproximadamente unas 5 mil sepulturas, las cuales están construidas algunas de material de concreto en forma de pequeñas viviendas y otras más de palma o tabique todo depende de la economía de las familias.
Familias de escritores, músicos, trovadores, políticos reconocidos de Juchitán, pescadores, artesanos, campesinos, amas de casa y menores de edad, entrelazan miradas al caminar por los conglomerados pasillos del camposanto, mientras que las voces de hombres y mujeres comerciantes incitan a degustar la comida típica, principalmente los tamales de iguana, las regañadas (pastelillo crujiente) y dulces de frutas como calabaza, limón con coco, papaya, almendra y coyol.
Los olores de las flores típicas de los zapotecas se colocan en las sepulturas, que van desde las flores del coyol, cordoncillo, albahaca, flor del río hasta las más costosas como lirios, girasoles y gladiolas
Entre los pasillos, familias completas se organizan para realizar enramadas de palma o de tela para protegerse del sol, entre risas y recuerdos del difunto colocan las flores, en algunas sepulturas, las más recientes lloran y le cantan
Otras contratan mariachis, tríos y bandas que al son de la música se deleitan con antojitos típicos y bebidas gaseosas y embriagantes, el ritual es la convivencia con el difunto como si estuviera vivo.
Este rito a la muerte que se hace en el domingo de Ramos es una muestra de la fé católica que se entrelaza con las costumbres milenarias de los indígenas zapotecas, quienes nunca abandonan a las almas aún después de su partida.
A diferencia de otras culturas del estado de Oaxaca, los pueblos zapotecas comparten con la muerte dos veces al año (Domingo de Ramos y Todosantos), la celebran, le hacen fiesta, porque la consideran un simple paso de lo mundano a lo pagano, que no meramente desaparece después de estar bajo tierra.
El escritor zapoteca Víctor Cata explicó que esto tiene que ver con el comienzo del año zapoteco, que iniciaba el 12 de marzo y terminaba el 7 de marzo. “Habían 5 días que los zapotecas llamaban días inútiles que eran días aciagos y se iba a visitar a los muertos”.
Con la llegada de la religión católica, se modificaron las fechas y se acomodó con la Semana Santa.
Diana Manzo / Agencia de Noticias Istmopress
Fotografías: Jacciel Morales