Domingo de ramos, el encuentro de la vida y la muerte en juchitán
#Juchitán 20 marzo (#istmopress).- Unas trece mil personas entre niños, jóvenes, adultos y mujeres se reúnen con sus familiares difuntos año con año en el Panteón Domingo de Ramos, una tradición muy peculiar de los zapotecas del Istmo de Tehuantepec.
Este camposanto alberga aproximadamente unas 10 mil sepulturas, las cuales están construidas algunas de material de concreto en forma de pequeñas viviendas y otras más de palma o tabique todo depende de la economía de las familias.
Para los juchitecos, el domingo de Ramos significa el comienzo de un año nuevo y también de la semana mayor pero lo hacen de una forma peculiar, comparten con sus difuntos la comida, bebida, flores, velas y música.
Marcelina López Valdivieso, Rubén Chiñas y Virginia Queto año con año visitan las tumbas de sus familiares, algunos de sus esposos, otros de sus hijos y también de sus padres.
El ritual comienza desde el inicio de la cuaresma, con la limpieza, pinta y compostura de las sepulturas, pero se va reafirmando conforme la fecha se acerca, lo cual para las primeras horas del domingo de Ramos.
Los olores de las flores típicas de los zapotecas se colocan en las sepulturas, que van desde las flores del coyol, cordoncillo, albahaca, flor del río hasta las más costosas como lirios, girasoles y gladiolas.
Familias de escritores, músicos, trovadores, políticos reconocidos de Juchitán, pescadores, artesanos, campesinos, amas de casa y menores de edad, entrelazan miradas al caminar por los conglomerados pasillos del camposanto, mientras que las voces de hombres y mujeres comerciantes incitan a degustar la comida típica, principalmente los tamales de iguana, las regañadas (pastelillo crujiente) y dulces de frutas como calabaza, limón con coco, papaya, almendra y coyol.
Entre los pasillos, familias completas se organizan para realizar enramadas de palma o de tela para protegerse del sol, entre risas y recuerdos del difunto colocan las flores, en algunas sepulturas, las más recientes lloran y le cantan.
Algunas familias contratan mariachis, tríos y bandas que al son de la música se deleitan con antojitos típicos y bebidas gaseosas y embriagantes, el ritual es la convivencia con el difunto como si estuviera vivo.
Este rito a la muerte que se hace en el domingo de Ramos es una muestra de la fé católica que se entrelaza con las costumbres milenarias de los indígenas zapotecas, quienes nunca abandonan a las almas aún después de su partida.
A diferencia de otras culturas del estado de Oaxaca, los pueblos zapotecas comparten con la muerte dos veces al año (Domingo de Ramos y Todosantos), la celebran, le hacen fiesta, porque la consideran un simple paso de lo mundano a lo pagano, que no meramente desaparece después de estar bajo tierra.
Marcelina López Valdivieso de 55 años de edad desde temprano llegó a la tumba de su esposo Pedro Toledo Vásquez y su suegra Agustina Vásquez Mendoza , quienes hace dos años fallecieron.
Expresó que para cumplirle a sus difuntos invirtió un aproximado de 500 pesos en flores y velas, porque cada año es más caro celebrar el Domingo de Ramos, pero tiene que cumplir, porque esa es su tradición.
“Como viuda y madre de tres hijos uno trabaja doble, pero no importa, porque visitar a nuestros familiares y convivir con ellos nos reconforta, nos sentimos muy bien, le cantamos sus canciones, le lloramos y comemos el tamal de iguana, platillo típico de mi gente”, relató.
Así como Marcelina, también Virginia convive con los suyos a muy temprana hora le colocó sus flores preferidas a su madre. “A ella le gustaban las rosas, los lirios y las gladiolas, desde el miércoles de ceniza comenzamos a limpiar la sepultura, la pintamos y en este día vamos a convivir todo el día con ella, así como ella nos visita en Todosantos, ahora nosotros la visitamos”, explicó.
Rubén Chiñas, originario de la segunda sección de Juchitán compartió su dolor de hace dos años, cuando su hija, la mayor de sus tres hijos falleció por una complicación de parto.
“Eloisa era una profesionista de 36 años de edad, lamentablemente falleció y ha sido un dolor grande, sin embargo el domingo de Ramos convivimos con ella, le cantamos sus canciones preferidas y contamos anécdotas, era una gran mujer”, detalló.
Para el historiador juchiteco Tomás Chiñas Santiago, la celebración del Domingo de Ramos significa que los vivos visitan los sepulcros de sus seres queridos para convivir con su espíritu, con la misma fe que otros pueblos de México lo hacen en la temporada de todosantos, xandu’ o biguie.
Resaltó que el Domingo de Ramos, es una fecha es de sentimientos encontrados, lo mismo se canta y se llora, de alegría y de tristeza, pero se consuelan ante la esperanza del reencuentro en la eternidad.
“Es una celebración muy singular, el festejo llega a tal magnitud que congrega a casi toda la población, que disfruta de los dulces y la gastronomía regional, la música y demás entretenimientos, aunque aquí la modernidad ha trastocado algunas prácticas tradicionales, contaminando la festividad, no se ha perdido del todo el encuentro de los vivos con los muertos”, concluyó.
Diana Manzo / Corresponsal