Martesantos, una tradición zapoteca que vive en Unión Hidalgo
#UniónHidalgo 12 Abril (#Istmopress) Las flores, velas, incienso de copal, tamales de iguana, dulces típicos y música nuevamente hicieron presencia en la celebración del Martesantos en Unión Hidalgo, Oaxaca tras dos años de pandemia.
El martesantos es una tradición zapoteca que es única, y donde los vivos conviven con sus difuntos en el panteón municipal.
Después de dos años, las familias se volvieron a reunir para convivir con sus difuntos como una tradición que está vida.
La entrada del panteón municipal se convierte en un jardín de innumerables variedades de flores, desde los tradicionales como el coroz, guie ‘ chachi, la albahaca, tulipanes, flor de china hasta las rosas, lilis y gladiolas, los cuales son adquiridos para embellecer las sepulturas sin olvidar las velas y el incienso de copal.
Ana Laura López López este año convivió con sus padres, su madre falleció por Covid-19 en el mes de julio y su padre en febrero, por lo que visitarlos le reconforta.
“Mi mamá era muy alegre y por eso la visito, le compró flores rojas con amarillas, eran sus favoritas, por la tarde hacemos unos bocadillos, nos tomamos unas cervezas y escuchamos música, esta tradición es muy alegre, solo sucede aquí en el Istmo de Tehuantepec, en especial con los pueblos zapotecas, cada año llegó a verla en esta época y es lo mismo que le digo a mis hijos que cuando me muera hagan lo mismo”, expresó.
Sin distraerse al colocar las flores y las velas, Ana Laura reconoce que los tiempos a cambiado y que ahora la crisis económica también les afecta, sin embargo las familias, especialmente las católicas no quieren dejar morir esta tradición.
“ Llegan cientos de personas de todos lados a visitar a sus difuntos, además de que se vuelve una fiesta, hay antojitos tradicionales como los tamales de iguana o de mole negro, garnachas, tlayudas, dulces típicos y también se vive una convivencia, algunos hasta se reencuentran con familiares que no se han visto en mucho tiempo, realmente es grato esta celebración católica en nuestro pueblo”, dijo.
De acuerdo a los textos de Fray Francisco de Burgoa, cronista dominico del Siglo XVII, los indígenas zapotecas celebran la Semana Santa a la par del año nuevo solar, porque sucedía también en el mes de Marzo, esto según el calendario antiguo. Pero el año nuevo comenzaba el 12 de Marzo y terminaba el 7 de marzo del siguiente, a partir de esta fecha había un periodo de cinco días que eran considerados aciagos y funestos.
Para el investigador juchiteco Víctor Cata, esos días considerados funestos, resultaba incierta la vida misma, porque se temía una catástrofe y es de ahí que pudiera surgir la semana santa, la resurrección de la vida misma, es decir el comienzo del ciclo solar para los zapotecas.
El tamal de iguana es la delicia más común de esta temporada entre los zapotecas, los cuales sacrifican alrededor de 500 iguanas en esta temporada diariamente, el valor de un tamal oscila en 10 a 15 pesos, el cual se consume con el tradicional agua de taberna que es extraído de la planta de coyol o champurrado elaborado con atole blanco y chocolate.
En los pasillos del panteón, las mujeres vestidas de enaguas y huipil, tienen listas las tinas de aluminio que guardan en su interior uno de los panes tradicionales de la temporada, “las regañadas”, donde son los niños y las personas adultas las que los consumen. La regañada es una especie de pan crujiente muy delgado, bañado de azúcar blanca y en el centro azúcar pintado con carmín rojo, muy frágil y que únicamente las panaderas lo cocinan en esta temporada.
Otro de los menús típicos que se consiguen en el marte santos, son los dulces típicos de almendra, ciruela, chilacayota, plátano, limón con coco, camote, papaya y coyol, los cuales están colocados en cacerolas de lámina y las mujeres con sus altos tonos de voz llaman a sus clientes a fin de que sea la vista la que haga labor de convencimiento al sentido del gusto y disfrutar de estos manjares tradicionales.
Los huevos de pascua, son únicos en esta región, porque son elaborados por las panaderas, están hechos de harina, ceniza o confeti, son atractivos y sus principales consumidores son los niños y jóvenes, quienes esperan un momento de distracción para quebrarlos en la cabeza de algún despistado que ande visitando las tumbas.
Esta tradición zapoteca se ha conservado, como todo tiene sus modificaciones, lo que sí es cierto es que se conserva viva la visita al panteón durante este día de martesantos, los rezos tradicionales siguen realizándose, el humo del incienso de nopal se percibe al pisar este espacio y son pocos los zapotecas que saben que con este ritual se cumple un nuevo ciclo de vida, ellos simplemente están satisfechos porque han cumplido el rito anual a sus muertos.
Diana Manzo/Corresponsal