Refugio de los loros / Víctor Fuentes
Los loros verdes, de pico curvo y entre plumas rojas y amarillas, han hecho su habitad en un frondoso árbol que, visto desde el suelo al cielo, es un paraguas verde lleno de ramas bifurcadas, algo de bello habrán encontrado estas aves que tarde a tarde, buscan sus ramas, confundiéndose entre hojas y loros.
El árbol lo encontramos saliendo de Santo Domingo Ingenio por el antiguo camino a la comunidad de La Blanca, agencia de esta misma localidad, entre un camino de terracería, y suelo rojo oxido, uno aprecia matorrales que, por esta época del año, a unos días de ingresar a la primavera, se puede ver los tonos verdes en su gama infinita.
por el camino uno va respirando los distintos aromas de las plantas, matorrales llenos de flores lilas, amarillas y rosas. Predomina el olor a flores de las palmeras cargadas de racimos de florecillas aperladas.
Tómanos un camino paralelo al del río Espíritu Santo, mi acompañante me contagia su entusiasmo.
Todas sus emociones contenidas de la infinidad de ocasiones en que ha apreciado esta armoniosa parvada. El lento transitar entre motos, carros y carretas, los loros se han acostumbrado, vienen por las semillas del árbol, o simplemente a reposar y volver a lanzarse a vuelo.
Basta estar un rato para oírlos usar la siringe, que los hace imitar hasta la voz humana, y emitir estos sonidos tan estrepitosos, uno es incapaz de imaginar tanto sonido emitido al unísono, sino hasta percibirlo y disponerse a disfrutarlo.
Mi acompañante se consterna al pensar que los propietarios del terreno no quieran un día acabar con el majestuoso árbol, piensa de inmediato qué será de los loros, al mismo tiempo se consuela diciendo buscaran refugio en otra parte, abandonaran el campo y el pueblo.
Quizás en el fondo estamos pensando lo mismo, la tala inconmensurable, ahuyenta a parvadas y grupos de aves, de manera indistinta, este árbol que se tale se verá como muy poca cosa, pero cuando intentamos contar la cantidad de loros que se refugian sobre él, sí nos preocupa, sí nos motiva a pensar qué pasaría sí este propietario derriba el árbol.
Muchos niños y jóvenes e incluso adultos, poco conocen este paraje, luego me comenta sería bueno fotografiarlos y hacer que la gente venga en grupo a conocerlos, vengan las escuelas y los de ecología, lo dice al mismo tiempo que ríe a carcajadas, pensando en la imposibilidad de organizar a estos pequeños grupos, o en la habitual indiferencia de estas dependencias, casi a nadie le interesa disfrutar de este concierto de los loros, quizás un día, una tarde cualquiera, o un día nosotros volver como no queriendo y seguir disfrutando de esta feliz concierto, alegrarnos en el canto que este tramo de campo le regala a la vida.
Víctor Fuentes