8M| Liliana Rasgado, campesina zapoteca que busca dignificar el trabajo del campo
Por Rocío Flores
Liliana Rasgado es originaria de Ixhuatán, en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca. Es campesina y está convencida de que se debe restablecer este oficio que mucha falta hace a la sociedad, sobre todo en estos tiempos en los que la agroindustria está ganando terreno.
Creció con su abuela y su abuelo, ambos eran campesinos. Su experiencia con ellos y sembrando unas 60 variedades de vegetales, con su pareja Ricardo Barrios, le han permitido reconocer su transformación personal, el papel importante de las mujeres en la agricultura, cómo ha ido cambiado este oficio con el tiempo.
De ahí su objetivo común: “Queremos tratar de dignificar el trabajo campesino, dar fe y demostrar que las o los jóvenes se pueden dedicar a la agricultura, que es un trabajo digno y dignificante”.
Decidida a continuar su camino en el campo, afirma que las campesinas y los campesinos merecen volver a restablecer ese oficio que mucha gente le hace falta a nuestra sociedad, pues desde que las industrias tomaron el control de la alimentación a nivel global, la gente se enfermó y ahora estamos llegando al mismo punto: comer desde el origen, pero en todo ese tiempo se olvidaron de quienes trabajaban las tierras.
Tanto ella como Ricardo están convencidos de que aquí en Oaxaca hay un potencial productivo enorme que debe ser aprovechado en la alimentación y en la economía para el bienestar común.
Su premisa es: la agricultura engloba una sociedad viviente, andante, es decir, nos afecta a todos, porque todos dependemos de eso.
“El campo me dio mi libertad”
Liliana asegura que a ella, después de un matrimonio que no le favorecía, el campo le ha transformado su vida. De familia campesina, recuerda que salió de su pueblo, estudió y se casó, pero en vez de crecer se encerró al tratar de ser mejor esposa, mejor madre, hasta que entendió que no se debía callar lo que piensa.
“No me permitía ser yo. Estuve sometida. Lo que me liberó fue mi camino campesino, esto que soy ahora, no era la mujer casada. He tenido un despertar, puedo decir que el campo me dio mi libertad, en él he descubierto que soy una mujer capaz, con fuerza, una mujer que no tiene más miedo, capaz de dar trabajo a otras mujeres jornaleras y acercarme a sus historias, con mucha violencia, física, económica”, cuenta. Siempre ha sido la naturaleza quien me ha apaciguado y me ha sostenido, añade.
La zapoteca dice que si una mujer le pidieran un consejo le diría: ten autonomía económica y emocional, independientemente si estás dentro o fuera de una relación. Considera que todas deben buscar conocerse, encontrar su libertad. “Aunque muchas mujeres lo hacen desde diferentes ámbitos no ha sido fácil, sobre todo para las campesinas”, comenta.
Siempre se habla del hombre campesino, pero las mujeres han hecho un trabajo importante, advierte Liliana. “En muchos lugares las mujeres aún se levantan temprano para preparar los alimentos, trabajan en el campo con sus parejas, transforman los productos del campo, por ejemplo el maíz en tortilla, en totopos, en memelas, en moles, hasta en cosmética. Es por eso que se da a conocer la agricultura”.
Eso ha representado más carga de trabajo porque todavía regresan a casa a seguir con las hijas o hijos y las tareas del hogar. “No es mi caso, pero si noto que sucede en los pueblos, como sucedió en el caso de mi abuela, por eso creo que son las mujeres que han hecho posible que el campesinado sea posible”. A pesar de eso, dice, cuando se trata de hablar del campo son en su mayoría los hombres quienes están dando la información.
**La transformación del campo**
Liliana cuenta que junto con su abuelo observó que con los apoyos gubernamentales muchísima gente dejó de creer en el campo, porque en vez de trabajar un día como jornaleros para obtener 350 pesos esperaban su apoyo. Eso generó que muchas tierras fueron abandonadas o destinadas a la siembra excesiva del sorgo, un alimento para el ganado que ha abarcado grandes extensiones de tierras, por lo menos en el Istmo.
Desde Etla, trabaja la tierra con Ricardo Barrios, quién decidió dejar la burocracia federal y la academia y apostó a la agricultura. No ha sido sencillo, percibe que el trabajo del campo es poco valorado y necesita ser pagado justamente, ya que a diferencia las agroindustrias ellos voltean a una agricultura libre de agrotóxicos.
“Las agroindustrias no piensan en la alimentación, están pensando en un producto que les va a dejar el más alto rendimiento posible sin importar el costo y el impacto en el agua, en el suelo, el agua, el aire y toda la diversidad. Pero cuando interviene la mano humana, se generan empleos, hay una alza en la calidad del producto”, sostienen.
Liliana advierte que en México todavía se están permitiendo muchos agrotóxicos que en muchos otros países está prohibido y es algo de lo que casi no se habla. “Está tan normalizado que nunca se cuestiona la raíz de su alimentación hasta que nos enfermamos. Luego resulta que hay toda una ola de gente que sugiere comer alimentos libre de agrotóxicos, pero termina siendo un segmento de comida orgánica que solo unos pocos pueden pagar, es decir hay toda una industria orgánica también”.
“Es un tema muy profundo que, por lo menos, quienes estamos en el camino de la agricultura lo deberíamos exponer, la alimentación no es nada más responsabilidad del campesino o la campesina, es también responsabilidad de quien consume”.