Oaxaca celebra dos samaritanas, la oficial y la del pueblo
#Oaxaca #IstmoPress La Samarina volvió a calles de la capital oaxaqueña, después de tres años. No eran más de las 12 del mediodía cuando el padre salió por la puerta del patio de la Parroquia de Nuestra Señora de la Merced. El monaguillo tocaba las campanillas doradas y brillantes. Acompañado de unas seis señoras de faldas largas, camisas blancas y chalecos de estambre cafés, cantando una melodía sacra. Bendijo las aguas de la Samaritana, pero sólo las que estaban justo afuera de la iglesia porque “las que están del otro lado, donde está la fuente, son del gobierno y es un evento social y con fines turísticos” expresó Manuel Lázaro, organizador y colaborador de apoyo de la iglesia.
Una tenúe diferenciación, pero cargada de mucho significado para los locales que en cada festividad, dígase la Guelaguetza o llámese el Día de Muertos, hacen la aclaración para reconocer lo propio y lo extraño, mezclando a veces lo primero con lo segundo: la festividad tradicional y la «comercial, la del Gobierno, la del turismo», que no necesariamente representa la identidad de lo oaxaqueño.
Así regresó la Samaritana el 22 de marzo. La fiesta no se celebraba desde 2019, debido a la pandemia del Covid-19.
Desde un día antes se comenzaba a organizar la parroquia del barrio de La Merced para la llegada del cuarto viernes de Cuaresma; el Día de la Samaritana. Que se festeja año con año en la ciudad de Oaxaca. Ahí estuvieron los oaxaqueños de la capital, representando el pasaje bíblico, donde en la comunidad de Samaria, una mujer le regaló agua a Jesús, quien iba de paso, aun estando prohibido el ayudar a personas judías. Conmemorando así, a la buena Samaritana. Regalando por los distintos barrios de la ciudad; aguas, nieves, incluso la bebida tradicional de los oaxaqueños; el téjate, preparada a base de cacao y maíz.
Comenzaba el día, apenas se asomaba el sol y ya había cinco grupos de apoyo para que todos los integrantes de la parroquia se involucraran en la festividad. Reunidos en el patio de la iglesia, se asignaron los lugares del atrio donde se colocarían los cinco puestos de agua, entre bancas, jardineras con plantas verdes y árboles altos. Comenzaron dos señores a traer las mesas de madera para empezar a armar los puestos de agua.
Ya casi las diez de la mañana. Los grupos eran de cinco colaboradores. El que más sobresalía era el de las señoras vestidas con el mismo traje típico, huipiles bordados color blanco con toques rosas y figuras de aves. En el cabello colgaban los listones rosas de sus trenzas, algunas llevaban collares. En otro grupo sólo traían listones en la cabeza.
A un costado había un improvisado salón de belleza en la esquina de una banca. Maquillaje regado alrededor de una muchcaha que recibía, en su rostro, toques estéticos de manos de una mujer. En la otra esquina, una señora con pantalón café y suéter gris quitaba las flores moradas de una rama de bugambilia, y las acomodaba en un mantel sobre la mesa.
Como ajena a esa realidad y casi en otro mundo, una fuente con agua verdosa sobresalía en otro rincón del mismo atrio. A lado, tres casas de madera, parecidas a los carros que venden hamburguesas, pero acomodadas debajo de un cántaro de barro invertido. Esperando a ser utilizados para el agua. Pero aún era muy temprano para iniciar la otra Samaritana, la oficial, la del Gobierno, la del turismo.
“Quien sabe a qué hora vayan a empezar ellos pero la verdad es que es más superficial y estético, desde hace una semana vinieron hablar con el padre para que no hubiera problema de hacer su evento aquí” mencionó Manuel Lázaro, colaborador de la Iglesia.
El tiempo pasaba cada vez más rápido y los puestos tradicionales del atrio cobraban vida, llenos de colores, manteles blancos, cafés, amarillos. Con arcos hechos de hoja de palma en cada mesa. Simbolizando el triunfo de Jesús sobre la muerte. Flores hechas de papel china; rosa con morado, azul con amarillo, rojas, con rosas pegadas en los arcos y sobre la mesa. Y en la puerta de la iglesia una señora pegaba letras de faomi formando la frase Día de la Samaritana.
Pasó una hora. Los dos señores entraron al patio de la iglesia por las garrafas de agua, para colocarlas sobre la mesa. En el otro puesto ponían las garrafas de nieve, y le echaba con un cucharón de azúcar al agua de horchata. Se tomaban fotos con sus celulares. “Una de frente para que nos veamos todas, ¡volteen!” dijo una señora con huipil. Estaba a punto de comenzar la festividad.
El ambiente se tornaba de vida. La gente se acercaba a tomar fotos, otras se sentaban en las jardineras o en las bancas. La mayoría con un vaso en las manos dispuestas y sedientas a tomar agua.
Las aguas frescas, con agua escurriendo por afuera de los recipientes por el hielo. Adentro los sabores que tradicionalmente se preparan en el Día de la Samaritana; Jamaica, horchata, y chilacayota, fruta parecida a la calabaza, con semillas negras y blancas.
“En esta ocasión sólo dos grupos, el de catequistas y de la tercera orden conformadas por personas mayores son las que van a dar nieves. Tradicionalmente sólo es agua pero ahorita con el regreso de la pandemia quisimos agregar la nieve” agregó una señora perteneciente al grupo de la tercera orden mientras acomodaba las nieves de limón y nuez sobre la mesa.
En un abrir y cerrar de ojos el lugar se llenó de una masa de personas, esperando con entusiasmo a que se formaran las filas para el agua.
Del otro lado ya comenzaban a llegar mujeres de entre 20 y 27 años, maquilladas, vestidas con un traje típico, faldas largas floreadas, blusas bordadas y rebosos de colores, para la fiesta oficial. No podían faltar sus trenzas con listones en la cabeza y sí, todas ellas llevaban collares largos de perlas de distintos colores. También hombres vestidos con traje típico: pantalón de tela blanco y camisa de tela, y sombrero de palma, como si fueran a dar una exposición de los trajes regionales de Oaxaca.
Al mismo tiempo se bajaba de una camioneta un señor, con pantalón de vestir negro, una camisa blanca con un estampado que decía Gobierno de Oaxaca. Con lentes de sol. Se acercó a las muchachas y jóvenes que estaban sentados en la fuente. Les dijo unas palabras y escribió en su libreta. “Apúrenle, ya es tarde, ¿ya vieron la hora?”, presionó.
Cada vez se acercaban más personas al atrio. La hora había llegado. Ya eran las 12 del día. El padre salió a bendecir las aguas y comenzó el festín. “¿Aquí va la fila?”. “¿Agua de que están dando?” “¿Hay nieve?”, eran las preguntas más frecuentes que se escuchaban de personas, niños que estaban formadas o que iban cruzando. La mayoría con un objeto común. Su vaso.
Señoras con gorras, mujeres con lentes, sombreros, unas cuantas con sombrilla en mano porque el sol estaba en su punto máximo. Una mujer cargaba en la mano la correa que ataba a sus perros, un chihuahua café y un schnauzer negro. Y en la otra mano su vaso. Algunos llevaban botes con tapa para llevar agua para el camino de regreso.
Las filas cada vez se hacían extensas y largas. Para pasar a otro puesto tenías que atravesar en medio de las fila. “¡Se te va a caer, se te va a caer, se te va a caer!” le gritaba la señora a un niño que pasaba cargando en una mano su nieve de nuez con una galleta, y en la otra un vaso de agua de horchata. Efectivamente se le cayó su nieve al pasar entre dos señoras formadas, una hablando por teléfono y la otra platicando con la persona de atrás de ella.
En una banca una señora mayor de edad, con bastón tomó asiento, estaba cansada y no iba soportar estar formada en la extensa fila, aun no tenía agua ni nieve. “Me voy a esperar ‘que se vayan más personas o que ya no estén largas las filas para pasar por mi agua, ya no puedo caminar mucho y me canso rápido” expresó. Se le acercó una joven de huipil y trenzas en la cabeza con una vaso de nieve “Tenga señora, cuando se acabe su nieve me hace señas para que le traiga un vaso de agua”, le dijo.
Las fotografías y videos con teléfonos celulares no paraban. “Qué bonito hacen aquí en Oaxaca” dijo un hombre que venía de Baja California, formado en la fila mientras tomaba una foto a su alrededor. Las garrafas de agua cada vez iban disminuyendo. Después de media hora se había acabado las primeras aguas, era el puesto de las señoras de huipil. Comenzaban a recoger la basura y a limpiar.
“¿Este es el evento que aparecía en Facebook”? preguntó una señora con una mochila negra y con su hijo de cuatro o cinco años agarrado de la mano. “El evento del gobierno está allá, señora, donde está la fuente, pero apenas va comenzar. Éste es por parte de la iglesia” le dijo Manuel Lázaro. Por la red social de Facebook, una publicación oficial invitó a festejar el Día de la Samaritana en el barrio de la Merced. Junto al atrio.
El “evento del gobierno” ya arribaba, siendo casi la una de la tarde, ya llegaban personas de todas las edades, jóvenes, niños, adultos, adultos mayores. Y las personas del lado del atrio se pasaban del lado de la fuente a sentarse en las jardineras para el inicio de la otra samaritana. Cada cinco minutos se escuchaba otro idioma. Los extranjeros que venían en grupos de cuatro, o cinco, tomando fotos y grabando videos. “Agua de la chilacayota is delicious” mencionaba uno de ellos.
Llegó la marimba, se escuchaban ya las canciones regionales de Oaxaca, como “Dios nunca muere”. Las aguas ya estaban listas, no se esperó ningún padre para bendecirlas, solo comenzó la Samaritana. No pusieron manteles ni flores de papel china. Sobre las mesas de las casas, se observaban los cantaros de agua de jamaica, horchata y chilacayota. Y flores artificiales pegadas en la parte inferior de la mesa, pero esos detalles no importaron mucho: la ciudadanía solo quería tomar agua gratis. Y las personas que seguían formadas en el atrio de la iglesia ya miraban su siguiente parada a unos 15 metros, la Samaritana “del gobierno”.
Así se iba disminuyendo las filas en el atrio y las garrafas de aguas iban bajando, de los cinco puestos que se pusieron, ya sólo dos tenían aguas y nieves. Aún había personas, por lo regular señoras de entre 40 y 60 años. Los jóvenes y los niños ya caminaban hacia la fuente. “Se acabó muy rápido el agua, vinieron muchas personas, yo creo que sabían que iban hacer algo más grande aquí en la Merced por el otro evento…no está mal, pero ya no es lo mismo ya el gobierno lo hace con otro fin y no le dan el mismo significado al Día de la Samaritana, pero ni modos sólo quieren más turismo en Oaxaca” dijo una señora de unos 50 años mientras ayudaba a recoger la basura el puesto del grupo de catequistas.
Las dos de la tarde y estaba en su mero auge el evento del Día de la Samaritana por parte del gobierno. Pero también un puesto de la esquina del parque, alado de la iglesia. Se trataba de un puesto de dulces regionales; cocadas, conitos de lechecilla, polvorones, borrachitos casquitos, y los que más se vendían, los nenguanitos. La señora también festejaba el Día de la Samaritana. Pero ella no regalaba agua. Ella regalaba téjate, que se le acabó muy rápido por el exceso de personas en la zona.
“Por una parte estuvo bien que hayan venido muchas personas porque tuve muchas ventas, pero por otra no, porque yo quería regalar téjate a todos mis clientes que pasan a comprarme y aún faltan muchos…es la primera vez que el gobierno organiza un evento de este día aquí en el barrio de la Merced.
«La verdad siento que es más estético, ni adornan como tradicionalmente se hace o como lo hacen aquí en el atrio de la iglesia, siento que ellos no sienten la festividad realmente. Yo lo nombro como la Samaritana del gobierno” agregó la señora tomando un vaso de agua de horchata que había ido a traer en el último puesto de la iglesia.
Media hora después las señoras y los señores que conformaban los grupos de la iglesia, seguían recogiendo sus garrafas. Mientras unas señoras doblaban los manteles, otras barrían el espacio que tenían asignado. Los señores cargaban las mesas de madera para meterlas al patio de la iglesia.
Así mismo una señora iba recorriendo el atrio, pasando por las jardineras con una bolsa negra de plástico, recogiendo la basura y pidiéndole a las personas sentadas su basura. Algunas tiraban sus servilletas o los vasos de las nieves o agua utilizados. Otras decían que no tenían que tirar porque ellos traían su vaso para no generar basura.
Entre el escándalo por las voces de personas formadas en las extensas filas. La música de la marimba. Los gritos de los niños que jugaban. El ruido del agua y los hielos al ser servida. El agua de la fuente correr. Y variaciones y mezclas de sonido que se vivía del lado de la fuente. En el atrio se terminaba el festín.
Así culminó un año más de la celebración del Día de La Samaritana por parte de la congregación y personas que colaboran en la Parroquia de Nuestra Señora de la Merced. Mientras que celebraban a un costado el Día de la Samaritana “del gobierno”. Quizá los dos con el mismo objetivo común. Regalar agua, pero con diferentes enfoques. Al final, en ambas se regaló agua y en las dos se disfrutó de una fiesta única.
Fotos y texto: Greesth Islas/ Estudiante de Ciencias de la Comunicación de la Universidad del Mar Campus Huatulco.