Emerger la reconceptualización indigena en la historia, impuesta a más de 500 años de negación en México. / Por Norberto Altamirano Zárate.
En el contexto de la creación de la Universidad Autónoma Comunal de Oaxaca.
In memoriam de los indígenas ikoots, caídos en la masacre de Huazantlán del Rio, San Mateo del Mar, Oaxaca, 22 de junio de 2020.
Por Norberto Altamirano Zárate.
En los últimos años, el seguimiento dado a la reflexión filosófica y antropológica del ser indígena, a partir de la intervención en algunas comunidades y en ciertos procesos organizativos de lucha y defensa de derechos humanos, de la tierra y el territorio; hemos considerado el repensar la historia, nuestra historia amerindia a la que llamo amerindiaje, desde el acompañamiento y la concepción de las ideas identitarias. De repensarnos desde lo que aún somos, desde nuestra pertenencia, lo que aún nos queda. Requerimos vernos en nuestra realidad antigua y reciente. Encontrarnos con nuestras limitaciones y nuestra organización, y de proyectarnos en una sociedad que nos devora a pasos agigantados. Sobra decir que, ninguna lucha tiene razón de ser si persigue la autocomplacencia y la individualidad. En el pensamiento indígena, los problemas son de todos y se resuelven entre todos. Es por ello, que la naturaleza de los aspectos ligados a la cultura y la vida de todos; la tierra, el agua, el trabajo, la fiesta y las decisiones de vida, se asumen en asamblea de los principales y chagólas. Estos sabios y ancianos de la comunidad se reunían para acordar, consensuar, consultar y decidir. Por ello, la importancia de abrir las posibilidades de encontrarnos, quienes, concebidos por un sistema doctrinario de pensamiento de occidente, nos hemos olvidado de la resistencia y de nuestra pertenencia a la gran nación indígena antes del amerindiaje. Lograr con los propios métodos formativos europeos, reconceptualizar y de-soturar la histórica imposición, que nos permita retomar las formas más resilientes de vida, del hombre con su macrocosmos, su cosmogonía y universalidad.
Recientemente, el decreto de creación de la universidad autónoma comunal, en una entidad plurietne como Oaxaca, abre toda una perspectiva de aproximación y de diálogo intercultural entre los hijos y herederos de la tradición amerindia. La perspectiva científica del pensamiento abierto y lanzado a la expansión y evolución misma de la vida, ahora podrá celebrarse desde el seno de las culturas y su concepción de mundo. Se podrá reflexionar la historia de imposición, la reestructuración, y la extirpación de visiones degradantes de la comunalidad de nuestros pueblos antiguos mesoamericanos. Será interesante conocer la construcción y el fruto de los esfuerzos de tantos ideólogos, teólogos comunitarios y tatic o como lo describe Manzo (2012: 28) binni gola sá de la cultura binisá, y los ayuuk, mixes, y de las comunidades indígenas y tribales de la gran nación mesoamericana, etc. que han fortificado el saber ancestral a través de nuevas metodologías y propuestas filosóficas, antropológicas, sociológicas, etc., y que sin duda son de interés de la colectividad en nuestros pueblos.
Ninguna propuesta busca agotar las perspectivas que persiguen tantos esfuerzos para restituir los derechos y reconocimientos de los pueblos y comunidades indígenas y tribales de América. Más bien, ellas en su conjunto, fundamentan de manera complementaria estos esfuerzos. A continuación, se ofrece un análisis con el que esperamos contribuir al descernimiento de la madeja histórica de la negación indígena y su subsecuente devenir.
I. La imposición trágica de indio por indígena y la perplejidad de lo concebido
El hombre en su profunda aspiración de abrirse hacia la infinita dimensión de lo desconocido a través del conocimiento, de la magia, la especulación o de su propia ignorancia; ha pululado en 2 sucesos verdaderamente insólitos, sorprendentes; ha sido capaz de levantarse o resistir sus propias desavenencias y desgracias, aunque no lo ha hecho solo, sino en colectivo. Oír decir que es preferible la ignorancia al conocimiento, porque el conocimiento es doloroso, es una expresión coloquial. Se piensa que la ignorancia te libera de angustias, de penas y dolor, cierta ocasión oí la queja de alguien “era más feliz antes que me dijeran que, mi enfermedad es letal”. Una persona con formación y rigor científico, abatiría tal afirmación fundamentándose en la idea que, el conocimiento científico abre un mundo de posibilidades por ser un conocimiento fundamentado, probable e infalible en muchos casos. Permite el conocimiento de esta forma, dejar de sufrir el dolor que provoca la ignorancia. Incluso propondría alguna alternativa para sanearla. Una confusión que se suscita en ocasiones entre los niveles del pensamiento humano, en la búsqueda de aclarar lo que es el saber y el conocimiento. Sin embargo, acotaremos la inercia de estas ideas y nos limitaremos a la reflexión que subyace en torno a lo que entiendo, se configura como la perplejidad de lo concebido. Es decir, ¿hasta dónde lo absurdo se ha cultivado per sé? La configuración del conocimiento como saber herencia, como historia; ha seguido la visión del positivismo europeo. La ilustración francesa re-conceptualizó los saberes griegos y dogmáticos de la tradición de la iglesia en una nueva visión europea. Proyectó un campo fértil de nuevas ideas y nuevas áreas del saber que ahora constituyen nuestra herencia y formas adoptadas de vida.
No se pretende con ello, inducir la reflexión hacia un tema epistémico metodológico. La Teoría del conocimiento y una amplia y muy rica literatura histórica y filosófica, podrá enriquecer al lector desde el punto de vista epistémico y filosófico tradicional. Con documentos y planteamientos ligados a la visión centralista, europea del medievo y aún, de una temporalidad más cercana. Tratar un tema histórico vinculado con el reconocimiento de saberes identitarios indígenas, es necesariamente desoturar la herida, es reconocer una verdad existencial latente llena de dolor, de impotencia, de coraje. En los dichos del uruguayo Eduardo Galeano, se parafrasea diciendo que, continúa abierta las venas de América Latina Galeano(1971), de ahí la necesidad de re-conceptualizar nuestros saberes negados, arrancados, olvidados en muchos casos.
En esta tradición de negación existencial1 del acuerpamiento de la cosmogonía y la totalidad de la concepción indígena, en la que los pueblos han caminado en los últimos tiempos en América Latina. Basta recordar las luchas icónicas para sacudirse e independizarse del coloniaje rapaz, donde los precursores y operadores de las luchas fueron principalmente, criollos y mestizos. Los indígenas fueron utilizados mayormente como suele decirse, como carne de cañón. Son contadas las reacciones violentas y de rebeldía de los pueblos y comunidades “indias”. Generalmente “atendidos por la iglesia para evitar más derramamiento de sangre” Córdova (2012: ⌠19⌡) o exterminados en acciones bélicas.
Primer absurdo: La negación
Iniciaré planteando la existencia del individuo indígena que una mal sana intención, de quienes concibieron su negación en su propia retórica teológica y filosófica, sustentó de inicio el abuso y la violencia institucionalizada a lo largo de quinientos años de dominación, marginación y discriminación. Perdurando el viejo esquema en sus diversas facetas hasta llegar a nuestra
1 Sostengo la hipótesis de que la negación, se ha constituido en una actitud vigente en la temporalidad histórica de las naciones del amerindiaje, al grado de haberse institucionalizado. Lo que lo convierte en una suerte de tradición sobre la que descansa toda la política social de marginación anterior y reciente. Primordialmente, la baja autoestima o sumisión, y por supuesto la resistencia indígena. 3 historicidad latente. Los conquistadores de almas y señores del nuevo mundo, dueños de la verdad absoluta y la fe ciega, única e incuestionable. Trastocaron la realidad alteridad de la mediatez de Abya yala (como se le conoce a América Latina en idioma Kuna del Perú). La negación en sí misma, planteada como argumentación teológica desnudó al natural de los pueblos del amerindiaje. Fray Juan de Córdova en una carta dirigida a Fray Bernardo de Alburquerque, aproximadamente en 1578, escribió “…el demonio enemigo del linaje humano o quien en todo se entromete y a todo lo bueno contradice y a lo malo favorece, no dejó de meter en este negocio su cuchara y sacar de él buena cucharada. Y ésta fue, que no solo se entrometió en persuadir y enseñar a los hombres tantos y tan nuevos y exquisitos modos de ritos, sacrificios e idolatrías, como tenían y tienen a muchos usurpando el honor divino que ha solo Dios es debido y aplicándolo así propio, en estatuas de palo, piedras y metales, a donde daba sus engañosas respuestas a los hombres”. de toda posibilidad de alcanzar y profesar todos los credos que se le imponía como referente para ser persona, con individualidad propia, o mínimamente continuar con el oscurantismo inmerso en el que se encontraban, a decir de los “iluminados de la edad media”. Negados en su capacidad de raciocinio y decisión propia. Seres cuya voluntad, les fue retirada por sus dioses en un acto de abandono, castigo y barbarie incomprendido, a la que los mismos dioses fueron sometidos.
La negación del indígena, del ser distinto y enrarecido por los hispano-lusitanos con su llegada a tierra firme, distinto del habitual continente europeo, es a mi juicio un acto premeditadamente “mal sano”, mal intencionado. El primer acto (in) moral de la sociedad europea en América, tildada de puritana y representada en tierras del amerindiaje por seres extraños y endiosados por los mismos indígenas, LEON PORTILLA (1992: 20), lo que, sin duda, aprovecharon y explotaron a su favor con rapidez y voracidad. Era en sí, el esquema de una instrucción que se coronaba en la práctica. Un acto moral inmerso en el campo de la dualidad cristiana del bien y del mal. Al fin, justificarán algunos, se trató de un encuentro entre dos concepciones. Imponiéndose la que más. Una primitiva, desde el punto de vista europeo y otra, desarrollada, semi dioses desde la concepción indígena y natural. Las circunstancias ofrecieron una correlación de fuerzas dispar entre ambas concepciones de vida en lo general. La negación construida por el conquistador, el ladrón, el que se queda con lo que no es suyo; con el uso ventajoso de sus recursos y ponerse de pie sobre la humanidad del otro, eso es conquistar.
Del lat. *conquisitāre, de conquisītum ‘ganado’.
1. tr. Ganar, mediante operación de guerra, un territorio, población, posición, etc.
2. tr. Ganar, conseguir algo, generalmente con esfuerzo, habilidad o venciendo algu nas dificultades. Conquistar una posición social elevada.
3. tr. Dicho de una persona: Ganar la voluntad de otra, o traerla a su partido.
La definición RAE de conquistador peninsular. No precisa en que se basa. Para nosotros se ha construido sobre el abuso y la sangre indígena. Es la explicación más suave que le dan al concepto. Es posible que los verbos robar, hurtar (ladrón) se manejen con particularidades propias y nos hagan pensar que no es el caso de alguien que conquista. En decir, de algún modo justifican que conquistar que es robar, solo aplica a la historia sin vinculo actual. Sin embargo, el producto final de alguien que conquista es ganar, poseer, tener, quedarse con lo que no le pertenece y lo hace con alevosía y ventaja, y esto, es por mucho lo que España hizo con América.
Calificar al otro como “no otro”. Dio origen, a una adversa posición social para los “indios”. Esta negación fue el talón de Aquiles de los indígenas al rebajarlos a niveles infrahumanos, semi humanos. Los europeos dudaron en cómo llamarles, primero, por el error geográfico a la que sucumbieron y les llamaron “indios”, y segundo; porque creyeron en ser los salvadores de la 4 desgracia en que se encontraban estos idólatras por su propia naturaleza, esos seres homínidos. Con ello, desencadenaron la herencia conceptual e ideológica hacia los grupos de naturales de estas tierras. Una amplia concepción puritana, misógina, discriminatoria y exaltada ante las naciones se construiría en adelante y justificaría un cúmulo de atrocidades2 y desarrollos de nuevos súbditos indígenas. En adelante, se proyectaría el desarrollo de Europa central a partir de la desaparición y negación indígena y el surgimiento del indio. La creación y el placebo cristiano de los semidioses y semihumanos, una estratificación implícita, que convenientemente se construiría sobre las ruinas de la gran estirpe indígena. Esta negación antropológica, se acompañó de la negación teológica argumentado filosóficamente por intelectuales y teólogos de la época; lo que derivó de igual forma, en una negación filosófica y cosmogónica. La negación de los dioses, del sol, del agua, de la tierra, etc. Negar todo el ser, la identidad e imponer por la fuerza el nuevo ser. Materializada por la ignorancia del ser negado y un plan maligno en curso (paradójicamente benigno para el extraño), del agresor. Perder la cultura, el pensamiento del amerindiaje. La iglesia católica institucionalizó la negación indígena, al instruir el adoctrinamiento y profesión de la fe de los grupos, la conversión y el bautizo de los “indios”. La erradicación de las formas de vida y organización social y credo propio de los naturales, fue auspiciado por la iglesia católica, bajo un escrutinio severo de las manifestaciones propias de la vida de los “indios”, impuesta desde la negación del “yo indígena” y la aceptación de que el otro no existe. Sino el producto deseable de la imposición, un hombre que abandona el estrato inferior de semihombre, pero ahora convertido, castellanizado y bautizado. Es capaz de amar al dios español. Un dios ligado al extraño que los somete y, en un acto por demás masoquista, le profesa desprecio y resentimiento a sus dioses que les dieron la espalda. Anidando curiosamente, la divinidad desconocida, el dios de los misioneros y peninsulares. Entonces se construyó sobre el indígena negado, un ser a modo, un ser postizo por decir lo menos. Un ente diseñado por europeos para complacer la visión social europea de hombre. La negación antropológica como fuente del hombre nuevo, del nuevo mundo, orgullosamente patentado por Europa y sus instituciones sabias y divinas. Es así que, fuimos paridos por Europa como indios y negados como indígenas. La esencia del amerindiaje subyace en la negación descrita y cuya resistencia, reclama desoturar una herencia malisiente que sea capaz de impugnar su realidad y reconstruirla.
Pero, ¿qué pudo haber acontecido en el alma del ser indígena, socialmente inexistente, con la propuesta de transformación de vida que les impusieron? No hace falta escudriñar demasiado, la analogía puede ser un método comparativo adecuado para abandonar la especulación e instalarnos en el terreno propio de la deducción y con ella, ubicarnos en el terreno indígena de la época. La imposición de “algo o alguien” tiene de tres, sumisión, obediencia y, resistencia o rebeldía. La Resistencia emergió con la imposición de las nuevas estructuras organizativas, las memorias y oficios de los naturales desaparecidos, perseguidos, exterminados. De igual manera y corriendo en paralelo, emergió el uso de la brutalidad. La desobediencia es una primera reacción de la naturaleza misma del ser vivo. Una primera forma de resistir. Está intrínsecamente desarrollada a la aceptación y la sumisión, como sus opuestos. Sin embargo, cuando la correlación de fuerzas es dispar, como lo fue en la vieja conquista y abuela de las otras formas recurrentes de dominación que emergieron con ella. La desobediencia no es suficiente
2 Francisco Burguoa, fraile dominico dijo haber evangelizado a los zapotecas en Teitipac y a los chontales en Tecciztlán (tequisistlán) y siendo vicario de primero, hizo procesar a unos indios idólatras a quienes milagrosamente el fuego bajado del cielo, los consumió. Esta referencia en el Vocabulario de Córdova, nos hace suponer que la evangelización zapoteca estuvo amenazada por la inquisición y por la idea de los misioneros, de estar cumpliendo con el mandato de satanizar los ritos e idolatrías de los naturales.
5 para pasar a la impugnación -de la imposición-, pero puede decirse que fue la primera forma de resistencia indígena. El dominio español en América fue severo de inicio, con el uso de la fuerza y las vejaciones.
La resistencia significó el arribo de la brutalidad en las tierras de los naturales. Los niveles de mortandad incrementaron considerablemente bajo el yugo opresor, los severos castigos y maltratos inhumanos sometidos y documentados por historiadores y por los relatos y crónicas indígenas y de los religiosos, dan fe del oprobio. La destrucción de sus formas de vida y centros de identificación y pertenencia social y cultural fue secundada con políticas que permanentemente favorecieron a los españoles, peninsulares e hijos nacidos en América y criollos emergentes de la mezcla social.
El yo indígena, lentamente fue adquiriendo una personalidad cultivada desde el interés y porvenir del yo europeo. La negación había triunfado. El “indio” había adoptado todas las formas de la sociedad europea. El indígena se vio como “indio”. Pese a ello, la resistencia largamente procesada, en amplios sectores de los herederos del amerindiaje, ha fermentado una especie de conciencia revolucionaria. Provocadora y desdeñosa de las instituciones controladoras y conservadoras del status, de re-volver (despertar) del trauma, del coma. Una concienciación revitalizante de los orígenes del amerindiaje y dignificación de la raíz que se niega a sucumbir ante los embates actuales de la vieja conquista. Donde la lengua ahora se símbolo de resistencia.
Segundo absurdo: Imagen y semejanza
“El indio”, el indígena negado, se castellanizó durante el proceso de colonización y dependencia generada desde la metrópoli europea. Adoptó las costumbres y tradiciones que, al pretender hacer suya, mezcló en una especie de nuestro mole actual, en la que incrustó elementos propios y adoptados para generar una cultura hibrida, europea e india sin definición propia. Algunos historiadores le han llamado a este periodo, en el caso de México. la aculturación o mestizaje. Esta adaptación, se desarrolló al margen de la voluntad de algunos pueblos que resistían dignamente la invasión constante y permanente del nuevo modelo de sociedad, y que no fueron aceptados en los círculos exclusivos de los colonizadores. La marginación social no pudo zanjarse a pesar de la “voluntad manifiesta” de los “indios” de incorporarse al ofrecimiento cristiano de lograr ser “imagen y semejanza de dios” como lo pregonaban en los púlpitos los monjes y misioneros. El desprecio por la clase hibrida, no solamente se vio, se vivió de forma cruda. Las indulgencias y encomiendas fueron exclusivas del sector peninsular, que sirvieron como pagos derivados del proceso de conquista. La semejanza a un dios omnisciente y omnipresente tenía niveles. Con seguridad, habrían pensado los mestizos que la imagen de dios, no era similar a la de ellos. Algo no encajaba en la imagen pregonada con las acciones que vivían una y otra vez. Una élite incongruente y rebelde a su propio dios, incentivaba la duda y la conciencia por el amaño montado en una institución religiosa, y también en el control político y económico de las instituciones de la corona. El hispano, cuya imagen era concebido como un semi dios3 , cercano al estilo politeísta helénico. Era por decir, la panacea del amerindiaje, por lo que cualquiera estaba dispuesto a soportar castigo o sanción bajo la promesa de ser recompensado en el
3 …entre (los conquistadores que llegaron con Cortés) estaba Pedro de Alvarado, a quienes los mexicas habrían de apodar Tonatiuh, “el Sol” (divinidad azteca), por su extraordinaria prestancia y color rubio de su cabellera. León Portilla, Miguel. La visión de los vencidos.
paraíso; construido por la divinidad para recibir a todos sus hijos convertidos a su imagen y semejanza. La idea bíblica de que dios nos ha hecho a su imagen y semejanza estaba consignada:
Una vez que había creado las infinitas estrellas, la tierra con sus montañas, mares, bosques y todo tipo de animales, Dios, según la Sagrada Escritura, formó su obra culmen diciendo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y nuestra semejanza, para que domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre todas las bestias de la tierra y sobre cuantos animales se muevan sobre ella.” (Gen 1,27).
Era para los españoles un paliativo que ofrecieron a los “indios” como acto de buena fe. Por supuesto, asumían que la cita bíblica se refería a ellos. Sobre todo, la parte referida “…para que domine sobre los peces… las bestias de la tierra y sobre cuantos animales se muevan sobre ella”.
El argumento teológico que permeó la concepción del nuevo ser amerindio, pretendió fundamentalmente empoderar a la monarquía española. Quienes “al ser electos por voluntad divina” y sujetos obligados a preservar el don divino y el dominio de la fe entre los súbditos de la corona en la tierra. Tenían, además, la idea de auto salvación comprometida a mayor conversión de fieles. Más allá de la encomienda económica y poder geopolítico emergente en el nuevo continente, existía el imperativo de credo y fe que les regulaba el alma. Conociendo las obligaciones y no procurarlas en la tierra, podía comprometer el alma del propio monarca; la cual, no tendría descanso eterno al vagar entre el infierno y el limbo en su búsqueda de descanso (Eran entidades mentales de la cristiandad, comercializadas como lugares divinos, pena o infierno). Para una sociedad jactada de puritana, devota y temerosa del poder divino, aterraba comprometer las aspiraciones personales de alcanzar el paraíso eterno. En consecuencia, la conversión de los “indios” a la fe, en realidad se trató de una exaltación propia de salvación. Una lisonja para agraciarse con la divina providencia y su representante, el Papa. La salvación de sus propias almas utilizando la conversión de los “indios” como moneda de cambio o consumirse en el fuego del infierno, según la inquisición medieval, si se negaban. La imagen y semejanza fue colocado burdamente en imaginario mestizo como la tabla de salvación de sus almas y una forma de purgar pecados concebidos en la vida terrenal4 . Nunca, la conversión fue concebida para un ser igual en derechos, ni de clase social, ni de hombre como tal. Menos a la imagen y semejanza de dios.
Tercer absurdo: El hibrido, Ciudadanía e identidad, un postizo. El mestizo producto del ultraje.
La historia de una nación construida en la concepción del hibrido mexicano, continúa en la siguiente faceta del dominio y la negación propagada en la colonia. El mestizaje que definen como las características del mexicano, léase a SAMUEL RAMOS (1998), propaga la idea de que, sin la presencia y el yugo europeo, pero con la tradición y las instituciones impuestas, somos otros. Con derechos de identificarnos y reinventarnos. Con tareas específicas y un futuro por definir, construir o reconstruir. Esta nueva faceta de nación parte de la idea de ciudadano mexicano. Un mestizo con sangre indígena y española. Sin embargo, la sustancia diluida en sus componentes es susceptible de difuminarse más rápidamente de acuerdo con su ubicación en la geografía. El ciudadano mexicano suele tener dos imágenes, el primero es la del ciudadano mexicano blanco, mestizo de la ciudad, un ser que se entiende es activo; el otro, es el ciudadano indígena, un ser pasivo. Reducido por sí mismo, confinado al campo y sin mayor aporte que su
4 Como ya hemos citado, practicar sus ritos, costumbres, adoraciones y plegarias a sus dioses representativos de vida y cosmogonía.
propia presencia, como una especie de ser catalítico que solo existe por reacción química con otros, expone Ramos (pp 58). En la experiencia del amerindiaje, en algo más de quinientos años, muchas civilizaciones antiguas han desaparecido en nuestro país. Por ello, es interesante preguntarnos ¿Qué ha significado ciudadanizarse en el imaginario indígena? Cada vez que un ciudadano se concibe como tal, en el cosmos indígena, la cultura muere. Es decir, el “indio”, el negado convertido en ciudadano, es un ser en proceso de pérdida de identidad, en cualesquiera de sus manifestaciones. Se prefiere ser ciudadano que recibir el mote de indio, desprenderse del termino discriminatorio ayudó a paliar la idea y aceptar dar el paso. Una idea más suave con el sistema que le regula. Al ciudadanizarse, el negado así mismo, pierde lengua y costumbres. Se pierde la identidad natural para asirse de otra que se apostilla para un fin sin pertenencia.
¿Cuántas y cuáles serían las manifestaciones que se pierden y pertenecen a la identidad? Serían tantas como las que las define. En una comunidad indígena, la cultura es toda una cosmogonía, un universo constitutivo. Todo está vinculado entre sí. Son partes de un todo. Ingredientes de la cultura: la realidad, el pensamiento, el hombre, los valores, las divinidades, la naturaleza, la constitución de cuánto les rodea, es decir; la materia en todas sus formas. El territorio, La lengua, las costumbres, los rituales, el trabajo, las fiestas, el vestido, la asamblea, la comida, etc. Todas son manifestaciones de la cultura, por lo que todas, dan identidad y sentido de pertenencia en plenitud. En los años recientes, cobra fuerza el concepto de comunalidad, como la acepción que encaja en la descripción de arriba.
El término ciudadano es su símil, el de citadino, “alguien de ciudad”. Una persona cuyos actos o costumbres se apegan a normas y estructuras del lugar y sociedad. Que está determinado por tiempo y espacio, acabado o en proceso. Ninguna cosa o animal puede ser ciudadano, aunque para nuestro infortunio, en sociedades avanzadas o desarrolladas materialmente, muchas personas se cosifican por acción u omisión, es decir, se ha cosificado a ciudadanos. Un ciudadano, se concibe a sí mismo como parte del ente social. Se acepta como tal. Su participación es estimulada desde la estructura que la concibe para dicho fin. Se acepta parte, con derechos y obligaciones, sometido a voluntad del ente social a quien debe autonomía y dependencia. Para el modelo occidental, el que un indígena se ciudadanice equivale a que se civilice. La civilización entonces se vuelve imperativo. Esto en la concepción del indígena negado, o indio producto del amerindiaje, se vuelve un asunto conflictivo, con implicaciones psicológicas y emocionales en su vida cotidiana. Pese a ello, ser ciudadano o civilizado no es una mera aceptación del apelativo en mención. Implica un proceso amplio de renuncia, sumisión y aceptación; determinado por las condiciones e interrelaciones individuales y sociales impuestas per sé. En este proceso, las conductas, las costumbre y tradiciones se someten a los elementos que las guían y regulan. Que o quienes las regulan, se vuelven implícitamente epicentro, encargados de sacudirles toda la constitución y alma indígena en resistencia. Un ciudadano, es un ser domado, libre o acomplejado por la evolución de la modernidad o la moda. Ciudadanizarse es perseguir, adoptar, adecuar y reproducir estándares creados exprofeso, vinculados con la fuente misma o ente social. Cuyo ritmo y sintonía la ejecutan los intereses económicos y religiosos de la época.
La negación de nuestras raíces y en consecuencia de nuestra identidad ha servido para que al ciudadanizarse se disfrace la cantidad impresionante de abusos, desprecios y explotación hecha a la complejidad de los pueblos indígenas. Abusos que, además, son causa de que hoy persista una discriminación profunda hacia los herederos de las culturas ancestrales y se les vea como seres susceptibles de asistencia social, económica, política, etc. Seres desvalidos, inadaptados socialmente, merecedores de compasión individual y social. Seres cuyo destino les pertenece a otros. El no ser vistos como actores de su propio destino y desarrollo, ha sido en gran medida, la justificación de que se siga operando desde el poder político y económico un sin fin de políticas de estado. Que impiden o niegan a los pueblos indígenas la libertad de adoptar medidas trascendentales y necesarias, propias; apegadas a su cosmogonía, para conservar su vida y patrimonio. Se trata de un refinamiento del indio. El movimiento indigenista nacional a lo largo de la historia, ha transitado por concepciones positivistas y adoctrinamientos experimentales en el proceso de imposición y de ciudadanización. Sin embargo, destaca desde el seno de este movimiento algunas ideas libertarias en contra del proceso de sometimiento. Samuel Ramos, expone esta incidencia de la siguiente manera “Si el espíritu indígena no difiere en esencia del del (la del) hombre blanco, ¿por qué esa indiferencia desconcertante, ese desprecio y aun la resistencia que opone a la civilización que a ojos vistas es superior a la suya? Tal actitud no puede interpretarse como el signo de una inferioridad mental, pues los numerosos indígenas que viven en la sociedad de los blancos demuestran tener la misma capacidad de éstos” para la civilización superior.” De la civilidad
Hipotéticamente decimos que, para los indígenas amerindios, la ciudadanización es una etapa ulterior a la comprensión llamada civilización occidental. Puede resultarnos un tanto complejo aseverar una idea disociada para ambos términos, pero decir civilización, conlleva una connotación grupal, colectiva, social. Es decir, nos referiremos en principio de cuenta con el término civilización, a los grupos humanos de la historia que, por su nivel de interpretación de los fenómenos de la naturaleza y las conductas humanas; posicionaron algún principio o aportación vigente, trátese del asunto que fuere bajo el escrutinio científico o filosófico actual. Al conglomerado que ha alcanzado un nivel de desarrollo colectivo, superior. Donde las individualidades refieren un desarrollo de vida de bonanza y armonía. En esa lógica, más de una cultura del amerindiaje logró ubicarse con estas aseveraciones dichas. No nos descubrieron, cuando llegaron encontraron civilizaciones impresionantes5 , “…desde lo alto vimos las tres calzadas que entran en Méjico, ques la de Istapalapa, la de Tacuba y la de Tepeaquilla. Y víamos el agua dulce que venía de Chapultepec, de que se proveía la ciudad. Entre nosotros hobo soldados que habían estado en muchas partes del mundo, e en Constantinopla e en toda Italia y Roma, y dijeron que plaza tan bien compasada y con tanto concierto y tamaño e llena de tanta gente no la habían visto”
La llegada de los españoles al territorio actualmente México, es considerado como el final del esplendor de las civilizaciones prehispánicas. Ninguna más floreció ni remotamente bajo el dominio colonial, ni después de ella hasta nuestros días. La llegada de un modelo de hombre nuevo, raro y extraño a la realidad del amerindiaje, fue a todas luces, un golpe mental y mediático entre los pueblos originarios. Un ser con mismas características, con tez diferente, armado, agresivo, ambicioso y letal. En este primer encuentro, el diálogo y la comunicación hubo de ser complicada e incomprensible. Con ello, se dio inicio al principio de dominacióndomesticación. En términos reales, inició la colonización y ciudadanización de los indígenas de los distintos grupos étnicos habidos. Ciertamente la primera persona que perdió parte de su identidad y pertenencia, para ganar la simpatía de Hernán Cortés fue Malinalli Tenépal, nombre náhuatl o doña Marina, nombre de bautizo, quien rápidamente se volvió indispensable para el conquistador7 y se adaptó al modelo de los peninsulares. Con ella, la brecha se abrió y los españoles consiguieron favores de sus aliados que recibieron promesas a cambio de su flaqueza, por lo que fue concebida como Malintzin o malinche. El sistema de dominación se impuso
5 Díaz del Castillo, Bernal. Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, Capitulo XLIV. Editores Unidos. 6 Ibid, pag 75.
7 Ibid, Capitulo XXXVI.
violentamente. La dominación engendró un nuevo ser que fue producto del ultraje de la mujer indígena. Tomar a la mujer por poder o dominio, por deseo, por fuerza. La mujer indígena fue conquistada.
El indio mexicano es un mestizo por la fuerza, es un indígena negado y marginado. Es la evidencia del dominio español. El mexicano, en suma, tiene una doble negación por los españoles. Negado en su origen tanto por su padre, como por su madre y la otra, por el lastre de ser indígena. Psicológicamente despreciado. Con una identidad confusa. Forzado a adoptar una identidad sin historia. Un punto de partida. Pero no, nada había más que la plena negación. Por eso, fueron los mestizos los primeros ciudadanos de la colonia española. Públicamente se adecuaron a los cambios que imponían las congregaciones religiosas con su adoctrinamiento. La religión, la implantación del castellano como lengua reveló las intenciones más urgentes de los españoles, apropiarse de la totalidad. Durante los trescientos años que duró el coloniaje, sin duda se generaron nuevas formas de mestizaje, más acordes al español. Donde la violencia y el dominio, pasó de un plano físico a un esquema subliminalmente aceptado por los “indios”. Un papel relevante fue sin duda, la que adoptaron los doctrineros de la colonia, quienes contribuyeron a serenar las manifestaciones y protestas de los pueblos del amerindiaje.
El sentido de pertenencia y la lengua como resistencia, es un reto que late fuerte en Oaxaca.
Entonces, en el contexto de una nación pluretne y la necesidad de comunicarnos. De sentar las bases para el desarrollo de las regiones y construir una nación de iguales. Se han impulsado políticas educativas, económicas y culturales. Se han creado instituciones públicas con tal motivación. Al final, diversos ensayos sexenales han constatado la existencia de un rostro de México, configurado a lo largo de su historia, una nación con una enorme desigualdad étnica y social. Vivimos en una nación donde la estratificación social se ha reducido a la pobreza de muchos y la opulencia de pocos. Sin importar el génesis social, la pobreza abarca a sectores citadinos y rurales. Pero si esta realidad se focaliza en las comunidades y pueblos indígenas o tribales del país, difícilmente notamos diferencias estructurales, la inmensa mayoría vive en condiciones similares. La educación, la cultura en general y sus programas y planes diversos, tanto de estudio como de operación, persiguen la construcción de un ciudadano mexicano apegado a los propósitos enmarcados. Un ciudadano cuyo perfil esté abierto a la ciencia. Al mundo. Alejado (arrancado) de su visión indígena, de su cosmovisión. Hablante del español como primera lengua y el inglés, francés o alemán, como lengua opcional, o segunda lengua. La lengua materna es por así decir, un “obstáculo o estorbo” para el desarrollo personal y social. Alcanzar los objetivos trazados por la política de estado será un reto, en la medida que los pueblos con mayor arraigo se resistan a los cambios que estas traen o proponen. Tomar conciencia de nuestra pertenencia, de nuestras raíces e identidad, es uno de los retos que antes de pretender diseminarlos en la sociedad indígena, requiere sin duda, del convencimiento personal como imperativo ético.
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